LONDRES.- Peter Marino, junto a los genios creativos y los responsables de las grandes marcas, debería figurar entre los primeros cien "gurús" de la moda.
Pero a pesar de su presencia en primera fila de los desfiles, el papel primordial del arquitecto americano como el mayor empresario del lujo del siglo 21 pasa desapercibido.
Las tiendas luminosas y diáfanas que ha creado para marcas tan icónicas como Chanel, Dior, Fendi, Louis Vuitton o Zegna, son los templos del deseo profundo. En el mundo entero Marino crea el escenario para un shopping sofisticado: tiendas en las que el arte contemporáneo es un complemento tan importante como un bolso. En la nueva tienda 'Maison' de Vuitton en Londres, un autorretrato de Gilbert & George con sus emblemáticos trajes de chaqueta va del suelo al techo, presidiendo el departamento de hombre. Los pañuelos están expuestos como 'video art', y los bolsos se mueven electrónicamente encima del "bar de bolsos".
"Quería ser el primero en dar vida a los bolsos—todo lo que se hace con los bolsos me aburre profundamente—quería hacer algo más divertido", dice Marino.
Enseguida pasa a hablar apasionadamente del arte, su colección personal, y como a pesar de tener "una carrera muy productiva" lo que en realidad le gustaría hacer es pintar. Marino estudió pintura y escultura en la Universidad de Cornell, y luego hizo las carreras de ingeniería y arquitectura. Sus primeros encargos fueron para clientes que representaban la cima del agitado mundo social de los años setenta: el artista Andy Warhol, para el cual el joven Marino creó el tercer 'factory'; los Agnelli, la "familia real" de la sociedad italiana; y también Yves Saint Laurent y su pareja Pierre Bergé. Desde sus primeros proyectos contaba con un abanico de clientes particulares. Su trabajo para la familia Wertheimer—los dueños de Chanel—fue la entrada a su importante transición al mundo de las tiendas de lujo.
Es difícil reconciliar al decorador de la más alta gama—que rejuveneció Barneys en los años ochenta—con el hombre cuyo habitual atuendo es el de motero: pantalones ajustados de cuero, top de cuero sin mangas (tatuajes a la vista), joyas goth con calaveras, y una gorra negra.
El dice que la moto es la única forma que tiene para huir de las exigencias del trabajo, del viajar sin fin, y de la responsabilidad que imponen 125 empleados, pero la historia de su look va más allá de esta explicación. En realidad, juró a sus padres (profundamente católicos) que no volvería a salir en moto nunca después de que su primo de 21 años se matara en un accidente de moto. Pero cuando sus padres fallecieron hace más de una década, la moto se convirtió en un símbolo de libertad para el arquitecto.
Marino acaba de cumplir sesenta años, y hace poco celebró su aniversario de treinta años como arquitecto. Tiene el derecho a saborear sus logros. Desde que el legendario Fred Pressman de Barneys le contactó para transformar su negocio outlet en tienda de lujo, se vio el deseo de Marino para cambiar tiendas que hasta entonces eran "un poco como hospitales, muy técnicas" en teatros para el espectáculo.
La tienda Vuitton en Londres está bañada en luz-- la que ilumina la "piel" interior de la tienda desde la fachada, y la audaz escalera de cristal en el que los LEDS desfilan creando distintos colores e imágenes. Los detalles de la tienda—desde la diáfana y dorada malla con el emblemático logo (que se estrenó en la tienda de Vuitton de Champs-Élysées en 2005) que cubre las ventanas hasta el "LV" en forma de flores en la marquetería del suelo de madera—todo da la impresión de un lujo absoluto y sin rival.
"El lujo y el arte son expresiones de emoción y pasión", dice Yves Carcelle, Director General y Presidente de Louis Vuitton.
Se nota que Marino quiere gustar al cliente, pero él mismo define su labor con una de esas declaraciones tan suyas, precisas, decididas, y auto-burlonas : "En realidad soy un guerrero que intenta quitarle la brutalidad al modernismo".
Fuente: elmundo.es.yodonna
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